En un banco se
sentaban seis hombres y una damisela
En un tiempo
espasmódico decenas de sabores sobran.
Donde el amor hiere,
y la daga abraza, goza.
Cuando el dolor
permite que la palabra caiga.
Dama, de oro su
mirada, de hielo su corazón honesto,
De neutrinos febriles
y eternos, de arcoiris sangriento,
De alma férrea, de
tacto sólido y funesto.
Tres veces no era
suficiente
Ni seis, ni doce.
Oralidad asesina y
necesaria.
Habla penetrante y
necesaria.
Si su equilibrio es
indeciso,
Si titubea y,
temblorosa e incierta, no afirma,
Si no aguijonea al
músculo primero
El hombre no vive.
Negar huele a
negación
Mas instala y
centraliza
La obra humana:la sabiduría del hombre.