lunes, 1 de septiembre de 2014

Ser una ola


Vivir como hijos de papel que dio a luz un salvaje.
Quiroga se ahoga.

Un sí y un no, de golpe.
Arropando la fiereza: la violencia aniñada del instante.
                       Abraza un pez
                       su raciocionio de tres.
Un momento: un tirón
Un momento: un insistente agón.

Envuelve en extremidades de salado mar, con rimbombante espuma.
Adora
vive
abraza
escupe
engloba
dora.

Ilumina y abriga al tiempo de agua moribunda.
Pido, entonces, ser una ola.
Un hachazo revelador en la costa,
dentro como por fuera.

Salir y morir.

Vivir el esplendor mágico de la divinidad 
por tres segundos, nada más.

O gorda, o enorme, pequeña o ínfima. 
Acariciando la arena, abofeteando las rocas
                       y ocultarse.
Escondido en un mito, sin gritos, sin logos.
Sin ida, sin atrás, sin vuelta, sin adelante.

Pido, entonces, ser una ola.
Vacío de amor; hueco de memoria.
Trocar la bóveda mental
por tres segundos contigo.

Verte y olvidarte.
Ver y olvidar.

Revolcarme, anhelo, contigo
con una pizca de sensualidad 
en una olla de río.

Alejarme de la mansa muerte
para acobijar tu piel, tu cuerpo.
¡Manifestación única!

Tres segundos,
nada más.

Miríadas
decamerones
centenares de olas.
Eternizándote en la orilla,
una y otra vez.

Repetir el sinfín de pulsiones
de tu corazón.
Comunicarlas al mar
y destruir tu recuerdo.

Conocerte otra vez.
¡Amnesia acuática!

En una ola,
nada más.

Ofelia flotará,
y tú reinarás en lo alto,
próxima a las estrellas.

Tú la luna
yo una ola.